Andrés Calamaro se define como la suma de sus defectos y la voluntad por disimularlos
"Soy la suma de mis defectos y la voluntad de disimularlos", explicó el cantante, que roza ya la cincuentena y que cuenta con un enorme trabajo musical a sus espaldas. El último de ellos, "La lengua popular" (2007): un álbum que el argentino todavía necesita escuchar, "para recordar lo bueno que es".
Con este trabajo, Calamaro viaja mañana a Murcia, y le seguirán Valladolid -30 agosto-, Barcelona -3 septiembre-, Valencia -6 septiembre-, Córdoba -18 septiembre-, Madrid -20 septiembre- y Oviedo -21 septiembre-.
Compañero de faenas de Ariel Rot en Los Rodríguez -grupo efímero, pero que ha regalado a la memoria musical colectiva temas como "Sin documentos" o "Para no olvidar"- Calamaro confiesa que le gusta contestar a las entrevistas con tranquilidad para expresar "gratitud e ideas claras", por lo que esta vez ha preferido hacerlo por correo electrónico.
Más maduro, seguramente, pues el tiempo nunca pasa en balde, el compositor no tiene muy clara la existencia de las musas ni llega a confirmar ciertos lugares comunes, como aquel que relaciona los malos momentos con una mayor y mejor creación artística.
"Espero que ambas cosas no tengan que ver, aunque las malas noticias no dependen de nosotros, cuando creemos tenerlo casi todo, toca resistir o luchar. Igualmente, a mí jamás me pasó nada grave ni dramático", explica.
Sea como fuere, "el arte, la música o las letras salen de nosotros, de la soledad de nuestro interior interno", comenta el músico, cuya obra quizá más polémica fue "El Salmón", álbum quíntuple compuesto nada más y nada menos que por un centenar de canciones.
Criticado por muchos y adorado como una pieza íntima del artista por otros, aquel trabajo supuso un antes y un después en la carrera de Calamaro que, tras semejante empacho musical, no volvió a editar un disco hasta cuatro años después -"El Cantante"-, un álbum en el que ya quedaba claro que el argentino ni era un "purista", explica, ni pensaba quedarse anclado en el pasado.
"Ser un incomprendido no es lo peor que le puede suceder a un músico, además, otros mejores que yo fueron incomprendidos antes. A veces la crítica y la opinión plural no acompañan las obras hasta que las entienden", asegura.
Tras flirtear con el tango y la música tradicional argentina, el compositor regresaba al ruedo con "El palacio de las flores", álbum que el público todavía no había digerido del todo cuando una portada del ilustrador Liniers se hacía un hueco en las estanterías de las tiendas de discos para presentar "La lengua popular".
"Me gustan todos los ilustradores, soy politóxico en cuestiones de arte y creatividad", comenta el músico, que se define, entre otras cosas, como: un "ciudadano flamenco por adopción, acreditado por Diego el Cigala, Niño Josele y Javier Limón, que son mis hermanos".
Así, entre el flamenco, el rock, el pop, el tango y quién sabe qué más estilos, Andrés Calamaro se desenvuelve como pez -o salmón- en el agua. Contra corriente o no, el músico, ante todo, hace música.