Un año sin la gran diva Raffaella Carrá: qué pasó con la herencia y su testamento
La herencia, los beneficiarios, el veto del Vaticano y su enfermedad son los grandes misterios tras su muerte. Los repasamos.
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Fue el alma de la fiesta. Una verdadera showoman del escenario. Con Raffaella Carrá se fue un pedazo de la historia italiana, de indiscutible belleza, de innegable humanidad y de elegancia envidiable pero también de absoluta libertad. Su fiesta será eterna.
"Raffaela nos ha dejado. Se ha ido a un mundo mejor, donde su humanidad, su inconfundible risa y su extraordinario talento resplandecerán siempre". Así conocimos hace un año el fallecimiento de Raffaella Carrá. Su pareja, Sergio Japino, daba la noticia aquella tarde de verano de hace un año.
Nació en Bolonia hace 79 años y durante toda su vida cantó, bailó, hizo coreografías, compuso. Llegó a ser tal su fama que el Vaticano censuró uno de sus bailes.
Nunca se casó ni tuvo hijos, su pensamiento siempre fue existir “con la libertad de equivocarte, libertad de vivir y libertad de amar, en todos los sentidos”.
Su herencia, ¿repartida?
Cuentas corrientes, derechos de reproducción, un apartamento céntrico en Roma, una mansión y hasta un piso en Madrid conforman la herencia que la diva habría acumulado durante sus años de triunfo. Al no haber tenido hijos, la cantante falleció sin herederos directos.
Siempre fue muy recelosa con su intimidad, pero se rumorea que sus sobrinos Matteo y Federica Pelloni, su última pareja, Japino, y los hijos de su primer amor, Gianni Boncompagni, habrían sido beneficiarios de su patrimonio.
Semanas antes de su muerte donó un gimnasio de 160 metros cuadrados a una entidad benéfica. Parte del testamento también puede haber ido a parar a causas sociales y a los niños que tenía apadrinados. Porque Carrá era muy solidaria, sobre todo, con los más desamparados.
A finales del año pasado, se conoció la noticia que su extraordinaria vida se convertirá en documental, aunque todavía está en fase de elaboración.
Desafió a la censura y se convirtió en un inesperado símbolo de libertad gracias a sus conocidas como Explota Explotame, Hay que venir al sur, Fiesta, Caliente, Caliente.
Su vida era una fiesta hasta que sufrió cáncer de pulmón, la misma enfermedad que terminó con la vida de su madre y su hermano. “Por si acaso se acaba el mundo, todo el tiempo he de aprovechar” y así lo hizo. La diva ya no está, pero su música quedará para siempre.